Como muchos otros, me crié en una familia de clase media, trabajadora, de esas que amanecen a las seis de la mañana y no regresan a casa hasta llegando el atardecer. Mi padres trabajaban en el campo, entre ambos, ganadería extensiva y siembra. Nunca en casa se habló del cambio climático o del ambiente, nuestro pequeño gran aporte era la huerta de papá a modo de hobby y aprender a cultivar nuestras propias verduras; quizás ese fue el disparador para hoy replantearme muchas cosas de mi vida y de la sociedad en la que vivimos. Si para algo justamente se prestan estos días es para eso, para pensar y repensar en qué sociedad estamos inmersos y qué responsabilidad tiene cada uno de nosotros sobre esta realidad.
El aislamiento social obligatorio a consecuencia de la pandemia Covid-19, es sin dudas el resultado de una catástrofe sin precedentes en todo el mundo, una imagen pocas veces vista y mucho menos pensada en nuestros tiempos. Países cerrando fronteras, personas stockeando insumos, líderes mundiales induciendo a la población a permanecer en sus casas, pueblos enteros restringiendo sus accesos y hasta citas románticas en supermercados (sí, tengo amigos que lo hicieron).
No hicieron falta muchos días para que la naturaleza se manifieste ante nuestro repliegue abrupto y para darnos cuenta de ello, no es necesario remontarnos a la hermosa Venecia con sus canales de agua cada vez más transparentes, ni a la ausencia de smog en las grandes urbes, sino que simplemente hace falta pensar desde otra perspectiva e identificar nuestro «encierro preventivo» como la libertad del planeta. Mientras nosotros permanecemos en aislamiento, el planeta se manifiesta. Un país como China, que en enero redujo un 25 por ciento sus emisiones de CO² en proporción al 2019 y que paradójicamente es el país más contaminante del mundo y en donde, también, surge el brote viral. 
Seguramente vos también tuviste la posibilidad de ver videos o fotos de cómo nuestros ríos se están secando y nuestros peces sufriendo la pesca comercial desmedida, desmontes sin control y el fomento constante del monocultivo nos llevan a tener esos paisajes que no hacen más que afectar al lugar en el que vivimos y que son el resultado de un modelo «extractivista» e «hipercapitalista» en el que crecimos. Pero no se trata de sentirnos culpables, se trata de sentirnos capaces de todo, capaces de cambiar y de modificar nuestro modo de vida y de entender que el Cambio Climático también tiene relación directa con las grandes catástrofes sanitarias y naturales que venimos padeciendo.
Hoy, muchos científicos de diferentes partes del mundo relacionan directamente la aparición de nuevos virus que atacan a los humanos, como consecuencia del avance del hombre en los espacios naturales, mediante la deforestación, actividades de manera extensiva como la agricultura, la cría y explotación de los animales para satisfacer propias «necesidades». Alex Richter-Boix es un biólogo español, doctorado en Ecología Evolutiva y sostiene que «la destrucción humana de la biodiversidad crea las condiciones para que los nuevos virus y las enfermedades emerjan».
De ahí surge la inquietud de cómo se logra vincular el rápido accionar de las grandes potencias mundiales y de todos los gobiernos para tomar decisiones sin burocracia, sin manifestaciones y sin analizar en profundidad el porqué llegamos al punto de estar aislados, y el porqué de ser la única especie en peligro atacada por ese virus. ¿Tan individualistas somos?, ¿tanto tenía que pasar para que tomemos conciencia y dimensión de que todo lo que hacemos y dejemos de hacer tiene un impacto?
La cuarentena, sin duda, tarde o temprano se terminará y a medida que se vaya liberando la restricción en el mundo, las grandes actividades económicas, como ya está pasando en nuestro país con la minería, volverán a sus niveles «normales» de producción y con eso, a reactivar la contaminación.
Lo que nos queda por delante es un gran desafío colectivo, de entender como sociedad la necesidad de encontrar nuevos modos de vida, de trabajo, de producción, que no vengan de la mano del consumo irracional que además fomentan e incentivan a una desigualdad sin límites en todo el mundo, principalmente en los pueblos más humildes de nuestro país, porque si de algo estamos seguros, es que esta pandemia -como así también las consecuencias de la crisis climáticas- nos pega a todos, pero los que más la padecen son los que menos tienen.
Apelá a vos mismo, a tu capacidad de pensar en los demás, en ser agradecido no sólo a lo que lograste por motu proprio, sino también a lo solidario que fue el mundo con todos y con todo lo que él te ofrece. 
Hoy, nuestro encierro es la libertad del planeta, pero que mañana tu libertad no sea la prisión de nadie.
Por Nicolás Duarte. 
Integrante de Correntinos contra el cambio climático.